Romper el silencio: defensa propia y colectiva

El gobierno de Javier Milei no está jugando. Está rompiendo el Estado. Y lo está haciendo con sistematicidad, desde adentro, con ayuda de quienes ya ni lo disimulan. En este contexto, hablar se vuelve un acto de resistencia, y romper el silencio es una forma de construir comunidad.

Editorial24/06/2025Mirada SurMirada Sur
silencio

Por Esteban C. Rebolledo (MiradaSur)

Ya no puede haber dudas: el gobierno de Javier Milei quiere romper el Estado. No es un chiste pícaro, ni una ironía de campaña, ni una provocación retórica. Es real. Lo está haciendo. Con la Ley Bases, con el DNU 70/2023, con los despidos masivos, con la desfinanciación de áreas estratégicas, con el vaciamiento presupuestario. Lo que antes se tejía desde las sombras ahora se ejecuta desde ministerios cuya función principal no es la gestión, sino la desregulación. Un eufemismo, sí. Pero también un método.

Porque hay una lógica detrás de este modelo: quitarle cuerpo al Estado, reducir su presencia, desarticular su sentido. Y no es una tarea aislada del presidente. En Santa Cruz, Claudio Vidal envía trabajadores estatales a probarse en el sector privado “a ver cuánto duran”. Eso no habla de un jefe de Estado: habla de un jefe sindical moldeado por la lógica patronal. Un patrón que aplica el mismo patrón. Dos acepciones, una misma metodología: negar al Estado.

En ese contexto, los municipios de la cuenca —golpeados por la caída de la coparticipación, por el recorte de programas, por la caída de regalías— siguen en pie. No porque sobren recursos. Porque sobra voluntad. Trabajadores municipales, organizaciones territoriales, instituciones educativas, centros de día, casas de la juventud: todos esos espacios resisten la lógica del desarme desde la acción. Se siguen haciendo actos patrios, jornadas de salud, actividades culturales, foros, encuentros. Se sigue educando, curando, organizando, conteniendo. Aunque no haya prensa, aunque no se lo financie, aunque se lo minimice.

Y cuando el silencio se rompe, las cosas cambian. Lo estamos viendo con el caso de YCRT, donde se empieza a decir lo que se sabe: que los vaciamientos no son neutros, que los “retiros voluntarios” no son del todo voluntarios, y que la desinformación es parte del guion. En su teoría de la espiral del silencio, Elisabeth Noelle-Neumann (1994) explicó que las personas callan cuando creen que su opinión está en minoría, pero que cuando una voz se alza, se abren caminos para que otras también hablen. Eso está pasando. La espiral está girando.

Romper el silencio no es solo hablar: es disputar sentido. Es mostrar que los movimientos sociales no son lo mismo que una manifestación puntual. Los movimientos tienen raíces, procesos, construcción ciudadana. Son cuerpos que piensan, que sienten, que luchan. No pueden ser barridos como si fueran polvo. Cuando se acalla la política, se alientan los negocios. Y cuando se callan los medios, la ciudadanía queda a ciegas.

Decae la calidad institucional cuando los funcionarios miran de costado. Pero también se derrumba la credibilidad del periodismo cuando se opta por callar o repetir la versión oficial sin matices. El silencio, cuando es cómplice, también es estrategia. Pero ya no alcanza. Porque romper el silencio es, hoy, una forma de defensa propia y colectiva.

Y una vez que se rompe, no hay vuelta atrás. El que empieza a hablar ya no puede fingir que no vio. Y el que escucha, también empieza a hablar. La espiral se mueve. La unidad no es solo cantidad: es criterio, es sentido común, es comunidad viva. Es la fuerza que mantiene a los pueblos de pie cuando todo lo demás se derrumba. (MiradaSur)

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