Cómo comunicamos la cuestion social

Una reflexión sobre cómo se comunica el trabajo social, y por qué la forma de comunicarlo es también una forma de hacer política.

Editorial15/06/2025Mirada SurMirada Sur
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Cómo comunicamos el trabajo social desde el EstadoFoto collage - MiradaSur

Por Esteban C. Rebolledo (MiradaSur.com.ar)

En muchas ocasiones, la comunicación sobre las políticas sociales que ejecutan los municipios o el Estado provincial queda relegada, distorsionada o, directamente, es inexistente. Se la presenta como un aspecto menor, invisible o incluso incómodo, cuando en realidad debería ser uno de los pilares de la comunicación institucional: informar qué se hace con los recursos públicos y de qué modo se está interviniendo sobre la cuestión social.

Este editorial propone reflexionar sobre tres líneas de acción en torno a este tema: los casos donde la comunicación del trabajo social está bien realizada; las situaciones donde se pierde el foco en beneficio de la propaganda o el ocultamiento; y aquellas que exponen una tensión ética respecto de cómo se comunica.

I. Comunicar bien lo social: cuando el Estado informa sin propaganda ni ocultamiento

Un ejemplo reciente de buena comunicación institucional es la grilla publicada por el Departamento de Política Territorial y Promoción del municipio de 28 de Noviembre, donde se detallan de forma clara y ordenada las acciones sociales del mes de junio: ropero comunitario, entrega de estufas y camas, asistencia con gas y leña, subsidios, comedor, acompañamiento a programas y actividades culturales. Todo sin nombres propios, sin personalismos, sin exceso de retórica. Simple y concreto: esto se hizo y se está haciendo.

Otro caso positivo es el trabajo de comunicación impulsado por los municipios en el ámbito juvenil. El programa de streaming "El Árbol" en Río Turbio y la Casa de las Juventudes en 28 de Noviembre promueven la expresión social de jóvenes y usuarios de dispositivos institucionales mediante formatos actuales, participativos y de carácter formativo. Desde entrevistas a actores sociales hasta capacitaciones en prensa y medios digitales, estas iniciativas crean espacios donde los jóvenes se forman como comunicadores y fortalecen su protagonismo en la esfera pública.

II. Cuando la comunicación social se transforma en propaganda o se desliga del conflicto real

En contraposición, se observa con frecuencia una comunicación institucional que se apropia de las acciones sociales desde una lógica de propaganda o sin reconocer los conflictos que la originaron. Así ocurrió en el caso del Hospital de Río Turbio con el área pediatría y en la Escuela Especial N.º 9 Keokén, donde las mejoras edilicias o de calefacción fueron comunicadas como logros de la gestión de provincia, cuando en realidad vinieron precedidas por movilización de vecinos, quejas reiteradas de las familias, denuncias públicas y esfuerzos colectivos de trabajadores.

Ocultar ese proceso o no darle lugar en la narrativa institucional es borrar la participación ciudadana y reducir el trabajo social a una acción unilateral del poder. Comunicar lo social exige también narrar el conflicto que lo origina y reconocer los distintos actores que intervienen.

En este mismo sentido, la reunión entre YCRT, fuerzas de seguridad y autoridades provinciales sobre los pabellones de Río Turbio fue presentada con un discurso de gestión y soluciones, pero la imagen de portada mostraba en primer plano a policías y agentes de la DDI. La carga semiótica de esa imagen es clara: no hay enfoque social visible, sino presencia del control, la fuerza y la intimidación, lo cual debilita el mensaje de "mejorar la calidad de vida" que intenta transmitir el texto.

III. Tensión ética: nombres propios, agradecimientos y el "ciudadano ejemplar"

Una tercera situación a revisar es la forma en que algunas comunicaciones institucionales presentan a ciudadanos que hacen donaciones o colaboraciones como "ejemplares", mencionando nombre y apellido y exaltando su acción en términos casi morales o religiosos. ¿Es necesario exponer con nombre completo a quienes ayudan al Estado? ¿Se respeta allí su derecho a la reserva? ¿Debe el bien que se hace en privado ser convertido en acto público de exaltación?

Estas prácticas, aunque bien intencionadas, pueden abrir dilemas éticos que conviene considerar: la comunicación social no debe instrumentalizar a las personas ni convertir su solidaridad en materia de exhibición.

Conclusión: comunicar lo social es una obligación política y ciudadana

El trabajo social, en tanto acción del Estado sobre las desigualdades, debe ser visible. No hay razón para ocultarlo ni excusa para dejar de comunicarlo. No sólo por un principio de transparencia, sino porque al visibilizar las políticas sociales se fortalece el vínculo ciudadano y se construye identidad colectiva.

Comunicar lo social es también una forma de enseñar que el Estado está presente, que escucha, que interviene. Y también que muchas veces lo hace porque hubo una demanda previa, una acción ciudadana, una situación de injusticia que motivó una respuesta. Mostrar esa cadena de acciones no debilita al Estado: lo enriquece.

Por eso, la comunicación del trabajo social no puede quedar bajo la alfombra ni en manos del marketing político. Requiere una mirada ética, profesional y comprometida con el derecho a la información y con la dignidad de las personas sobre las que se actúa. Porque comunicar lo social es, también, hacer trabajo social.

Esto debe reflejarse en la enseñanza académica donde precisamente la universidad sostiene protocolos con los municipios para las practicas profesionales del trabajo social, u otras carreras como enfermería. Cómo comunicamos el trabajo social es un tema digno de una tesina estudiantil de esa carrera: poner el foco sobre la realidad y la tensión en las tecnologías para sí, y las tecnologías de poder; más que sobre el relato de una actividad.

Aquí ha de darse una mirada desde el trabajo social hacia la comunicación y no al revés; y si predomina esto ultimo, que los trabajadores de los medios o los comunicadores sepan cómo comunicar el trabajo social.

Sin embargo es importante fijar dos cuestiones: que tanto el trabajo social como la comunicación social deben formar parte de la mesa donde se toman las decisiones, en particular sobre la construcción de políticas públicas;  y por otro lado el Estado (provincial o municipal) debe fijar estructuras para fortalecer esto más allá de una gestión de gobierno, considerando aquel apotegma político de que los gobernantes no son recordados por sus acciones sino por lo que dejaron puesto o fijado durante su gestión de gobierno. 

Infografía:

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(MiradaSur)

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