Cuando el futuro se construye desde abajo

Las últimas semanas han dejado en evidencia una realidad que muchos intuían pero pocos se animaban a nombrar con claridad. La crisis está aquí, es tangible y golpea en lo concreto. Los municipios de la cuenca carbonífera operan "ajustadísimos", como lo definió sin vueltas el intendente Darío Menna. Entre 40 y 60 millones de pesos menos por mes en coparticipación desde marzo no es un dato estadístico sino la diferencia entre poder comprar combustible para la maquinaria o tener que racionar hasta lo más básico. Es gestionar a cuentagotas, priorizando apenas lo justo y necesario para no paralizar los servicios esenciales.

"Ajustadísimos"

El resultado electoral del 26 de octubre expresó con contundencia el hartazgo de una comunidad que identificó con precisión de dónde vienen los problemas. No fue un mensaje ambiguo ni una señal confusa. Fue el rechazo a un modelo político que combina el discurso provincialista con la práctica del acuerdo de poder a costa de los intereses locales. Fue también el reconocimiento de que las viejas recetas del aparato, los municipios paralelos, la pauta direccionada a medios obsecuentes y el respaldo a dirigentes sindicales que dejaron de pensar en el bien común para pensar en ellos mismos no funcionan más. La gente se cansó.

Pero en medio de este panorama que podría parecer desolador, algo está ocurriendo que vale la pena mirar con atención. Mientras las estructuras de poder provincial se repliegan y los nuevos espacios políticos nacionales se devoran entre sí antes siquiera de asumir sus bancas, los gobiernos locales están demostrando una capacidad de resistencia y creatividad que merece ser puesta en valor.

Se comen a sí mismos

El Mercado Municipal de Río Turbio es un ejemplo concreto de lo que significa llevar el discurso de la producción a la práctica. No se trata de una operación mediática ni de una promesa electoral vacía. Es un edificio recuperado, equipamiento comprado con recursos municipales, normas sanitarias cumplidas y un espacio real donde decenas de productores locales y emprendedores encuentran un lugar para mostrar y vender su trabajo. Desde panificación hasta productos de huerta, desde la modalidad feria para los pequeños productores hasta la modalidad mercado que incluye carne de la región con cortes populares a precio regulado.

Producción real es el Mercado Municipal

Lo importante aquí no es solo la variedad de productos sino el sentido profundo de la iniciativa. El Estado municipal no se limitó a habilitar un espacio y lavarse las manos. Generó un sistema de empadronamiento y registro que abre el camino para el asesoramiento en materia de organización de la actividad productiva. Es economía social en acción, es visibilizar el trabajo de la comunidad, es articular lo comercial con lo económico pensando en el desarrollo local y no en el rédito político de corto plazo.

En 28 de Noviembre, mientras tanto, se prepara algo que rompe once años de ausencia y coloca a la localidad en el mapa de la conservación ambiental a nivel continental. El Congreso de Cóndores que comenzará el 6 de noviembre es mucho más que un evento científico. Es la consolidación de una identidad que ha decidido abrazar al cóndor andino como emblema propio y convertir esa elección en un motor de desarrollo sostenible.

Que una comunidad del extremo sur patagónico, históricamente aislada de los grandes centros de decisión y producción de conocimiento, asuma el desafío de reunir a especialistas de todo el continente para discutir sobre la protección de esta especie emblemática, habla de una voluntad colectiva que trasciende la coyuntura. Los voluntarios de Somos Huellas Patagónicas que soportan temperaturas de menos ocho grados en la Sierra Baguales para realizar censos, que enfrentan humedades del 93% que dejan los sacos de dormir empapados antes de poder usarlos, que dedican su tiempo y esfuerzo sin otro motivo que el compromiso con la conservación, son la prueba viviente de que hay otra forma de construir.

La capital del cóndor se hace congreso

El proyecto para declarar a 28 de Noviembre como Capital Nacional del Cóndor, que ya tiene media sanción del Senado, y la aspiración futura de contar con un centro de rehabilitación en la localidad, muestran una comunidad que piensa en grande pese a tener recursos limitados. Que entiende que la identidad no se decreta sino que se construye con trabajo sostenido, con profesionalismo en las tareas de campo, con apertura al conocimiento científico y respeto por la cosmovisión ancestral de los pueblos originarios.

Mientras esto sucede, ambos municipios de la cuenca siguen adelante con la obra pública. Adoquinado en distintos espacios, arreglos en el cementerio, mantenimiento de plazas, reforestación, cordón cuneta, bacheo. Tareas que pueden parecer menores en el marco de una crisis profunda pero que son fundamentales para la vida cotidiana de la gente. Y lo hacen en un contexto de conflicto salarial que recién empieza a resolverse, con acuerdos que se logran mediante el diálogo y no por imposición, con trabajadores que cobran sus sueldos gracias a mecanismos de supervivencia financiera como el giro al descubierto bancario.

Hay que seguir adelante

Las fiestas aniversario de los pueblos ya no tendrán la pomposidad de grandes números artísticos y espacios dedicados al show business. Habrá en cambio más contenido social de pertenencia local, más espacio para los artistas y emprendedores de la zona, más sentido de comunidad y menos espectáculo vacío. Eso que podría leerse como una pérdida de calidad es en realidad una ganancia de identidad. Vale más un artista local que representa lo nuestro que una hora de música foránea que se consume y se olvida.

La unidad política entre los municipios de la cuenca ha demostrado que el aparato oficial que busca el ahogo político financiero puede ser resistido. Que las presiones dirigidas, los dispositivos de control y la indiferencia calculada de la provincia no impactan tanto en las autoridades municipales como en la gente, en la comunidad que sostiene con su voto y su participación a quienes trabajan pensando en el bien común.

“Ahora sí tienen manos...”

Los resultados electorales dejaron un mensaje claro que ahora hay que traducir en práctica institucional. La provincia debe cambiar su actitud, dejar de usar las estructuras provinciales para generar municipios paralelos que no tienen sentido ni dan resultado político, y asumir su responsabilidad de garantizar los recursos que corresponden a los gobiernos locales. Los municipios no pueden seguir siendo la variable de ajuste de un gobierno provincial que recauda por los servicios pero no invierte en la infraestructura que los hace posibles.

Mientras ese cambio llega o no llega, lo cierto es que la vida continúa. Los trabajadores municipales vuelven a sus tareas con el compromiso intacto, los productores del mercado siguen apostando a la economía local, los voluntarios del congreso de cóndores no aflojan en su dedicación a la conservación. Hay una fuerza en todo esto que no se puede medir en pesos ni en puntos porcentuales de coparticipación. Es la certeza de que el futuro no se espera sino que se construye, y que esa construcción empieza desde abajo, desde lo local, desde lo concreto.

La resiliencia no es aguantar pasivamente los embates sino seguir construyendo pese a todo. Es entender que las crisis son también oportunidades para mostrar de qué estamos hechos como comunidad. Y lo que estas semanas están mostrando es que en la cuenca carbonífera hay una capacidad de resistencia y una voluntad de construcción que ninguna coyuntura adversa puede quebrar. Saldremos adelante porque estamos saliendo adelante, un adoquín a la vez, un emprendedor a la vez, un cóndor censado a la vez. Con la convicción de que lo que se construye desde el compromiso colectivo tiene raíces más profundas que cualquier estructura de poder.