

Aldo Aravena no quiere ciudadanos de baja intensidad (1). No quiere vecinos viviendo en las afueras del pueblo, relegados a los márgenes sociales (2). No quiere la foto con la olla de guiso ni el show business de convertir al municipio en una productora de eventos musicales como hacían los del pasado. Lo que Aravena quiere es construir ciudadanía, y eso se hace con derechos, con infraestructura, con decisiones que transformen la vida cotidiana de la gente.
La reciente reunión del intendente de 28 de Noviembre con los vecinos de las manzanas 153 y 154 es una muestra concreta de esta visión. Aravena anunció que el municipio avanzará con la venta directa de los terrenos a sus actuales ocupantes, familias que llevan más de una década viviendo en esos lotes sin poder acceder a la titularidad. Una vez completado el pago, podrán escriturar sus terrenos y obtener la seguridad jurídica sobre el lugar donde viven, donde construyeron sus hogares, donde criaron a sus hijos.

Esta medida es el resultado de más de un año de gestiones, que incluyeron negociaciones con la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) en Buenos Aires. Un trabajo silencioso, sin bombos ni platillos, pero con resultados tangibles. Porque Aravena no gobierna para la tribuna; gobierna para la gente.
Y este no es un hecho aislado. Es parte de una gestión que está destrabando años y años de burocracia absurda, de falta de sentido común, de ausencia de una visión real sobre cómo se construye una ciudad. Mientras las gestiones anteriores se conformaban con llevar carbón y leña a los vecinos y lo celebraban como un logro, Aravena está llevando redes cloacales y de gas a los barrios altos, está extendiendo las cloacas en las zonas de chacras, está dándole fortaleza jurídica a los ciudadanos.
Porque la inclusión social no se logra con asistencialismo vacío. Se logra con derechos, con infraestructura, con decisiones que permitan a las personas construir un futuro con dignidad. Sí, todavía hay trabajo que hacer en materia de asistencia directa, y Aravena lo sabe. Por eso defiende firmemente su postura frente a quienes ahora, los mismos que antes celebraban el reparto de carbón y leña, intentan poner palos en la rueda.
Lo que molesta, y mucho, es cuando un referente peronista como Aravena se consolida no desde el marketing político, sino desde la comunidad organizada (3). Cuando las decisiones se toman mirando lo pequeño, lo cotidiano, lo que realmente necesita la gente para vivir mejor. No los grandes proyectos que quedan en promesas, sino las obras concretas que cambian la vida de los vecinos.
Aravena está construyendo una ciudad donde nadie quede afuera. Donde tener una escritura no sea un privilegio, sino un derecho al alcance de todos. Donde el gas, las cloacas y los servicios básicos no sean un lujo, sino parte de lo que el Estado debe garantizar.
Esa es la diferencia entre gobernar para la foto y gobernar para la gente. Entre el espectáculo y la gestión. Entre la retórica y los hechos.
Aravena no quiere vecinos en los márgenes. Quiere ciudadanos incluidos, con derechos, con futuro. Y eso, en tiempos donde la política parece haberse olvidado de lo esencial, es un gesto profundamente revolucionario.
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Citas:
(1) Guillermo O'Donnell desarrolló el concepto de "ciudadanía de baja intensidad" para describir aquella situación en la que, si bien existe un reconocimiento formal de derechos ciudadanos, en la práctica estos no se ejercen plenamente. Se trata de ciudadanos que carecen de acceso efectivo a derechos civiles, sociales y políticos, quedando relegados a una participación débil o intermitente en la vida democrática.
(2) Jacques Rancière plantea la noción de "los sin parte" para referirse a aquellos sectores sociales que quedan excluidos del reparto de lo común, relegados a los márgenes. Son quienes no tienen lugar en el orden social establecido, quienes no cuentan en la distribución de derechos y reconocimiento. Para Rancière, la política genuina emerge precisamente cuando estos "sin parte" reclaman su inclusión y disputan el orden que los ha dejado afuera.
(3) El idealismo peronista, desde sus orígenes, planteó la construcción de poder desde la comunidad organizada como eje fundamental. La idea de que el pueblo organizado es invencible no es un eslogan vacío, sino una concepción política que entiende que la transformación social genuina se logra cuando las bases populares se constituyen en sujetos activos, capaces de disputar sentidos y construir poder real desde abajo. Es la antítesis del clientelismo y del verticalismo desmovilizador.











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